Un trastorno de conducta disruptiva (DBD) se produce cuando un niño o un adolescente no tiene facilidad para controlar ni su comportamiento ni sus emociones. Además, su actuación puede resultar desafiante y generar conflictos de gran envergadura con las figuras de autoridad.
Aunque un alumno pueda mostrar un problema de conducta, eso no quiere decir que tenga un DBD. De hecho, quienes los padecen tienen una serie de comportamientos sostenidos en el tiempo y ocasionan problemas serios. Es habitual que comiencen en la infancia y, si no se recibe tratamiento, los problemas de conducta afectarán tanto al colegio como a la familia.
Por otro lado, conforme crecen, es habitual que desarrollen problemas con las drogas y el alcohol, pero también que tengan relación con la violencia y la delincuencia.
¿Son frecuentes los trastornos de conducta en los niños? ¿Por qué se produce un trastorno de conducta?
Un trastorno de conducta disruptivo es uno de los más habituales tanto en adolescentes como en niños más pequeños. De hecho, en Estados Unidos un 3 % de los niños lo sufren y se da con mayor frecuencia en el género masculino.
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Aunque se desconoce su causa, a partir de los 12 años es muy normal encontrar este problema. No obstante, los factores que incrementan el riesgo de padecerlo son los siguientes:
- Abandono o maltrato infantil.
- Una experiencia traumática; las más habituales son la violencia o el abuso sexual.
- Un antecedente familiar de este mismo trastorno.
Los padres, cuidadores, profesores y familiares que tienen un menor con esta circunstancia se suelen sentir abrumados. Sin embargo, en el campo de la psicología existen varias formas de abordarlo con éxito.
Tipos de trastorno de conducta
Aunque el trastorno de conducta disruptiva es el que venimos mencionando hasta ahora, no es el único que podemos encontrar en las aulas. A continuación, dejamos algunos de los más extendidos junto con consejos para detectarlos.
Trastorno de oposición desafiante
Quienes padecen este trastorno, suelen ser personas que están una gran parte de su tiempo enfadadas o en un estado de irritación. Es habitual que discutan con frecuencia y que se nieguen a obedecer a sus padres, profesores, cuidadores… De hecho, es posible que en algunas situaciones quieran provocar un daño a alguien que consideren que les ha dañado primero.
Trastorno de comportamiento
Los adolescentes y niños que padecen un trastorno de estas características suelen actuar de una manera agresiva frente a otras personas y animales. Como consecuencia, es posible que asedien o amenacen, inicien peleas físicas, utilicen armas, lesionen animales u obliguen a alguien a tener una actividad sexual.
Por otro lado, también pueden destruir propiedades ajenas con ayuda del fuego u otros medios. Además, suelen mentir de forma compulsiva y roban. Es posible que no acudan al colegio, pasen en la calle la mayor parte del día y hasta que la noche haya avanzado o, incluso, que se fuguen de casa.
Se caracterizan por la falta de compasión y no sentir arrepentimiento cuando hacen daño a otras personas. Esto en ocasiones se puede confundir con algunos síntomas de TDAH, autismo o Asperger.
Trastorno explosivo intermitente
En esta ocasión, se trata de los arranques de conducta agresiva que puede tener un adolescente o un niño. Suelen llevar aparejados gritos u otros actos más violentos, pueden tener fuertes rabietas e iniciar peleas físicas.
De forma general, suele producirse una reacción extrema y excesiva en la que no se toman en cuenta las posibles consecuencias. No suele haber señales de advertencia antes de un ataque como estos y su duración no suele extenderse durante más de 30 minutos. Una vez transcurrido este tiempo, el adolescente puede sentirse avergonzado y lamentarlo.
¿Cómo se trata un trastorno de conducta en un niño?
La psicología y pedagogía pueden resultar claves para mejorar la interacción entre los niños y los docentes y familiares. Además de los materiales que se pueden emplear en clases de educación especial, también hay programas donde los niños se entrevistan con un profesional cualificado. En este sentido, es muy importante la colaboración de los padres, docentes y cuidadores de los niños para conseguir que el tratamiento psicosocial sea un éxito.
Dependiendo del caso, el programa se concentra en los adultos o en adultos y menores. Suelen impartirse en grupos y tienen una duración máxima de un par de horas. Además, se realizan a lo largo de entre 2 y 5 meses.
Gracias a ello, será más sencillo responder de una forma positiva cuando los niños deseen la atención que solicitan. Por otro lado, se vigila mejor su comportamiento, se aprenden técnicas eficaces que mejoran la confianza del adulto para manejar esas situaciones y se escogen metas realistas para los niños.
¿Cómo identificar si un alumno tiene un trastorno de conducta y cómo actuar?
Para saber si un alumno tiene un trastorno de conducta o no, solo hay que observarle. Así, además de agresividad o dificultades para relacionarse a nivel social, también se puede apreciar lo siguiente:
- Enfados frecuentes.
- Malas contestaciones.
- Postura y mirada desafiantes.
- Resistencia a obedecer y a las reglas.
- Culpa a los demás de sus actos.
- Es rencoroso y vengativo.
- Miente.
- Es cruel con sus compañeros, amigos y animales.
- Comete hurtos.
Como consecuencia, los educadores suelen acabar desolados y entrar en una espiral de negativismo. Por eso, es muy importante su formación en diferentes estrategias para que puedan ayudar a un alumno con un trastorno de conducta. La mejor forma de actuar es interviniendo con la familia, facilitando la adquisición de hábitos positivos en el colegio y hablando con él.